4/19/2007

La Muerte me sobrepasa












La Muerte me sobrepasa y me dice:
- ¿ Que tal ?
La Muerte me sobrepasa y dice:
- ¡Mamón!

Hoy no es el mejor día y éste no es el mejor año.

La Muerte viene y me dice:


- No soy una calavera.


La Muerte viene y me dice:


- ¡ Que mustio estás ¡ Día Internacional de la Tristeza, (y eso que aún no es Primavera) Uy! Comandas Salgari Animós!

No entiendo muy bien lo último.

La Muerte viene y me dice:


- Maestro del Pucherete! Pajarito de ojos tristes y color caoba! Ni siego nunca ni nunca he segado, sino que duermo en tí como animal vigilado, como fresas de atardecer dulcemente mordidas. Atiéndeme, atiendeme : mi divisa de tabaco y oro te muestra como soy: un sonriente ser, dispuesto a entregarte a tí y a los que, como tú, se adormecen en las ramas de un árbol aburrido, al Sol del Mediodía. Que chichan las chicharras y el aire se detiene un instante entre las hojas. Compréndeme idiota, pues no he de darte miedo.


Atiéndeme, atiéndeme: soy ese momento delicioso en que las cosas se desvanecen y son tragadas por el Reloj lleno de de arena de desierto. Soy ese momento en el que el Embudo y la Tuerca dan otra vuelta de regocijo y los pensamientos se hunden bajo espuma caliente de mar. Y tú serás como una moneda brillante de cinco pesetas , como un pececito plateado arrojado sobre la arena boqueando fuera del agua, que busca, busca y busca el aire que le rodea y que no puede tragar.


Madre, Padre y Mano se reúnen bajo una sombrilla a las doce a hablar sobre tí. El sol se filtra a través de la tela y esa luz que entrega tonos dorados a quien bajo ella se cobija alumbra a la Mano, al Padre y a la Madre en sus palabras.
No hay razón para alarmarse.

La Muerte me sobrepasa y me dice:

- Eres tan chico.



4/13/2007

Cuatro años espectaculares. Martina Carmela



No sé como pude vivir sin tí antes, no sé como pude vivir sin tí nunca. No sé, no recuerdo lo huérfano que era de tus besos, de tus abrazos.

Ese colmado de ternura y carácter que eres, ese mundo de cosas claras que tienes, pues a tí no hay quien te líe, y sin embargo, ese corazón inmenso que tienes, esa capacidad de apiadarte de los desvalidos, ese taladro de los sentimientos que tienes por ojos y que adivinan enseguida cada estado de ánimo hacen que la vida me sepa a dulce de leche y miel.

Qué pequeña eres y qué persona ya con un discernimiento impropio de tu edad sobre los atributos morales, el bien, el mal, el amor, la tristeza y las lágrimas, que a veces, también derramas, y que me desarman, y es cuando entre mis brazos quiero protegerte de todos los males, de las decepciones y de las heridas.






Sé que la vida te sonreirá, porque tienes todas las cartas, absolutamente todas y entre ellas tu sonrisa y tu bondad de cielo abierto y clamoroso.

Bendita seas. Y como dice tu madre: "Hija, no cambies nunca".