6/22/2012

Arrogancia

Esto me pilla con veinte años y no habría quien me soportase: "nena, ojito conmigo soy finalista del concurso de emergentes de Planta Baja". La arrogancia es una moneda de tráfico corriente en el mundillo pop rock de esta pequeña y miserable ciudad. Los que empiezan a sacar cabeza miran con superioridad a los que aún no son nadie y los que son alguien hacen lo propio con los de la cabeza. En fin, un universo medido de desplantes, chulerías y barbillas levantadas de mucho cuidado. Lo ví hace veinticinco años desde el tendido y lo veo ahora que estoy de tractorista suplente de la cuadrilla del bombero torero.

Pero la cosa ha cambiado. Mi profesión y los años ejercitan el músculo de la cordialidad y tengo comprobado que una sonrisa amplia y franca abre las puertas en esta ciudad (casi siempre). Los chavales, para ésto, siguen siendo niños tímidos, que desvian la mirada o fingen interés por nimiedades o directamente hacen el tonto y sólo consiguen miradas desafiantes y desprecios ridículos.

Yo, mientras engordan con aire los egos, estoy trabajando: hablo con éste, con el otro, gasto bromas y ofrezco mi ayuda desinteresada (cuerdas, guitarra, lo que haga falta, hazme una señal y allí estaré). No cuesta nada, no  me cuesta nada y hace que me sienta bien. Todo es más sencillo si vas de la mano de la civilización.

Estoy en esto por diversión, por terapia, por demostrarme algo a mí mismo si queréis, pero no necesito el artificio, la herrumbre y el tonto orgullo del circuito de los no recién llegados. Soy un recién llegado, sí, pero tengo unos cuantos tiros daos en la vida y sé perfectamente como hay que estar y moverse.

Esto tiene también sus ventajas en el plano creativo, hago lo que quiero sin cortapisas, me dejo influír por esto y por lo otro y construyo sobre su base... y también sé perfectamente lo que no quiero.

Alguna retribución tenía que tener levantarse hecho una alcayata por las mañanas...