Abba Fernando
La condenada rolleiflex estaba atrancada con un carrete dentro que me habia costado 150 pesetas. Mi padre, ya ciego y anciano, me llevó al ropero, y allí en silencio y sentados en la oscuridad, le oí trasteando las tripas de la máquina. Al cabo de cinco minutos salimos. El carrete en su sitio por supuesto.
Hay veces en que tu padre retoma el título de Titán y taumaturgo que tenía cuando eras sólo un niño. Con majestad, sosiego y sin alardes.
Foto: Sancho (este hombre coge la cámara de vez en cuando y me sorprende)
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